viernes, 15 de junio de 2012

Miedo y asco (en Salamanca)

Esta tarde, entre dos soporíferas y poco productivas sesiones de estudio, tomé un café con dos buenos amigos. Hablamos de los comienzos en Salamanca, de la incertidumbre, de la soledad ... Y recordé unas breves líneas que escribí a modo de desahogo en aquellos primeros días ... Hoy tienen un sentido distinto a entonces. Estas líneas, a pesar de su escaso valor artístico, siguen cumpliendo la función de hito que un día, con otro matiz y desde otro prisma, ejercieron. Es por eso que he decidido compartirlas ...


Sabes que no puedes culparme.

Como yo, llamarías hermano
y ofrecerías tu sangre
al primer desconocido que te tendiese la mano
o te sonriese un instante.
Aquí la familia es importante.

Mis pupilas dilatadas y mis manos temblorosas se alimentan del mismo hedonismo caduco y ensordecedor que las tuyas. Brindemos una vez más por nada.

Es el triunfo del exceso,
de vivir al peso y al día,
de renunciar sin previo aviso a la poesía,
al calor;
al “siempre serás mía,
al menos en mi corazón”.

Pero no temas, conozco el sabor del salitre y el susurro de las yemas de los dedos al acariciar sin látex de por medio, a pecho descubierto, a tumba abierta. Te los mostraré cuando quieras.

José Ibáñez Bengoechea

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