jueves, 14 de junio de 2012

Hay que joderse


Estaba despistado, absorto en mis pensamientos. Intentaba descifrar la letra de la canción de los Planetas que sonaba en aquel local abarrotado. En ese instante los vi, eran unos zapatos de charol blancos impolutos. Me detuve en ellos un instante sin llegar a creerme lo que veían mis ojos. A continuación, subí por tus medias oscuras hasta tu vestido estampado con flores otoñales, desde tu rodilla a tu escote y, al final del trayecto, estabas tú. Tú y tu pálida sonrisa y tus inmensos ojos y tu pelo a lo cazo; parecías salida de un videoclip de los Yeah, yeah, yeahs.

Experimenté el impulso irrefrenable de poseerte. Se apoderó de mi la misma ansiedad que se apodera del niño en las calurosas mañanas de primavera, cuando, después de jugar en el patio bajo el sol, acude veloz a beber de la fuente y bebe hasta que se siente lleno, completamente saciado, hasta que no puede más, dejando escapar el agua por las comisuras de sus labios.

Acudí a ti sigiloso. Cuando estuve a tu lado, hice lo que mejor se me da: cagarla. Si tan sólo me dieran un céntimo por cada vez que me equivoco… No fui original. Supongo que no soy original. Escupí lo que yo consideraba un halago. Pudiste entender alguna palabra de mi balbuceo etílico, porque respondiste “gracias”. Cuando me presentaste aquella sonrisa como guarnición de tu agradecimiento, sentí el ridículo de verme atrapado por tu gravedad y comenzó el colapso. Creo que ese fue el momento en que asumí que estaba perdidamente enamorado de ti.

Te dije algo en mi huida y me volví a esconder entre el gentío. En ese momento la excitación no me dejaba darme cuenta de lo que acaba de suceder. Había dejado escapar una maravillosa oportunidad y sólo era capaz de sonreír como un idiota, imaginando la próxima vez que te encontrase.  Entonces sí, entonces sonreiría, me mantendría firme y te hablaría sin tapujos y tú me volverías a sonreír y la felicidad me guiñaría un ojo. Hay que joderse.

5 comentarios: